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Mi hijo no obedece. ¿Qué hago?

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En esta tercera entrega de consejos de nuestras niñeras planteamos la pregunta de qué hacer si tu hij@ no te obedece. Marta, educadora social y con experiencia en el trabajo con mujeres y niños víctimas de la violencia de género nos cuenta lo siguiente:

Lo primero que tenemos que tener en cuenta al hablar de este tema, es recordar que los niños vienen sin manual de instrucciones y que cada uno es único e irrepetible, pero eso sí, para que nuestro camino sea lo más sencillo posible, podemos seguir una serie de pautas ante situaciones concretas.

Tenemos que entender que en la infancia, están descubriendo el mundo, y es normal que quieran probar con su actitud, hasta dónde podemos llegar y cuál es nuestra reacción. ¿Hasta dónde podemos llegar y cuál será nuestra reacción? Desde que son pequeñitos, debemos ir poniéndoles límites y siempre que nos enfrentemos a la misma situación, debemos tener la misma reacción para que el niño vaya interiorizándolos.

Antes de explicaros algunos truquillos, es importante recordar que siempre hay que tener mucha paciencia, no nos podemos dejar llevar si hemos tenido un mal día, ya que ellos no tienen la culpa de los problemas de nuestro mundo adulto. Debemos agacharnos para ponernos a su altura, y cuando el niño esté con una rabieta muy grande, esperaremos a que se le pase y así podremos hablar con él.

Los límites hay que fijarlos con antelación, siguiendo tres pasos: 

  • Darles una explicación (A nadie le gusta que nos digan que algo es así porque sí o porque lo digo yo, por ejemplo: el semáforo hay que cruzarlo en verde para evitar un accidente. Hay que razonar el por qué de las cosas, si no queremos que nuestros niños hagan algo, es por un motivo ¿no?).
  • Recordarles siempre que sea necesaria esa explicación. ( Paciencia, paciencia…)
  • Decirles cuál será la consecuencia sino cumplen lo que les estamos pidiendo.

A partir de ahí, debemos de tener presente que los límites siempre tienen que ser realistas y acordes a su edad (si tiene hermanos y han hecho lo mismo, hay que explicarles por qué cada uno tendrá una consecuencia diferente), claros y concretos, no generales como “debes portarte mejor, tienes que ser bueno” sino “ sabes que no se enciende la tele cuando comemos” o “ recoge tus juguetes cuando acabes”. Darle tiempo, opciones y siempre que hace las cosas bien, elogiarles. 

Los niños no nos van a obedecer siempre, de ahí que a veces, sea necesario un castigo. Personalmente, a mi me gusta hablar más de “consecuencias negativas” que de “castigos” y en mi experiencia como educadora, siempre he preferido usar este término. Es más fácil explicarles que todo lo que hacemos, incluso para nosotros en el mundo adulto, tiene unas consecuencias, unas veces pueden ser positivas (“premios”), otras negativas (“castigos”). Aún así, voy a usar la palabra castigo ya que todos estamos familiarizados con ella.

Es importante que los castigos (consecuencias negativas) no sean habituales ya que sino pueden perder efecto, han de ser cortos y proporcionados a lo que hizo, si se puede, que sean educativos (que tenga relación con lo que no haga y enseñarle inmediatamente lo que deberían de hacer) y darle siempre una oportunidad de que haga bien las cosas antes de castigarlo. Hay que tener siempre presentes las “consecuencias positivas”. Os aseguro que es más efectivo elogiar a los niños cuando hacen algo bien (comentarios orgullosos, besos, abrazos…) y más fácil para nosotros que castigarlos.

Evidentemente no es necesario que diga que los castigos nunca deben ser violentos y por supuesto evitar que la consecuencia de una falta del niño traiga también falta de amor, frases como “eres malo no te quiero” que por desgracia, aún persisten en algunos padres y madres. De ninguna manera “castiguemos” a nuestros hijos quitándoles el afecto o la atención. 

A parte de las consecuencias positivas y negativas que he mencionado, podemos usar diferentes técnicas para que los niños las tengan presentes y puedan recordar con facilidad lo que tienen que hacer y lo que no.

Hacer una lista en una cartulina de las cosas que se deben hacer y las que no: “después de jugar se recogen los juguetes”.

Recomiendo que ésta, la hagamos todos juntos (un momento de manualidades de padres e hijos) y llegar a acuerdos, tanto como de las normas a cumplir como de las consecuencias a recibir.

Se debe colocar en un lugar donde el niño lo pueda ver, y si aún es pequeño y no sabe leer, se pueden usar imágenes/dibujos divertidos que se explicarán todas las veces que sean necesarias y que éste mismo repaso de normas, se convierta en un “juego”.

Esta lista puede ser acompañada de un calendario (también hecho en familia) en el que se vayan poniendo caritas felices (buen comportamiento/consecuencias positivas), y caritas tristes (mal comportamiento/consecuencias negativas), es importante recordar que el castigo/premio debe de ser en el momento, pero si toda la semana se ha portado bien, puede tener un premio “más grande” el fin de semana.

Espero que estos truquillos os sirvan.

 

Quiéreme así por favor:

No me des todo lo que pido. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.

No me des siempre órdenes. Si a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple siempre las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también si es un castigo.

No me compares con nadie, especialmente de la familia. Si tú me presentas mejor que a los demás, alguien va a sufrir; y si me presentas peor que los demás, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión tan a menudo, sobre lo que debo hacer, decide y mantén esa decisión.

Déjame valerme por mi mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices.

No me exijas que te diga el porqué cuando hago algo mal. A veces ni yo mismo lo sé.

Admite tus equivocaciones: Crecerá la buena opinión que yo tengo de ti y me ensañarás a admitir las mías,

No me digas que haga una cosa si tu no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas; pero nunca haré lo que tu digas y no lo hagas.

No me digas no tengo tiempo, cuando te cuente un problema mío. Trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiéreme y dímelo, A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo…

 

Con cariño de vuestro hijo… 



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